jueves, 9 de junio de 2016

DESCUBRIMOS QUE TRABAJAR CON ARCILLA…¡ES UNA MARAVILLA!



Hace poco, los niños de 2º de Educación Infantil, del Colegio Santa Ana, nos fuimos de excursión a Bandaliés. Fue una jornada muy emocionante…
Entramos al cole, preparados “como si fuéramos exploradores”, con nuestras mochilas, gorras, y sobre todo…, con el “corazón palpitante”, porque íbamos a viajar todos juntos en un gran autobús.
Una vez bien sentados y sujetos con el cinturón de seguridad, el conductor nos puso en marcha.
A través de nuestras ventanas, ya empezamos a ver “las cosas” de forma fascinante. Circulando por la ciudad, reconocimos lugares; y en la salida, vimos en lo alto de una montaña, ¡“el castillo de Montearagón”!.
Estábamos tan contentos, que de la boca se nos escapaban las letras: B,R,A,V,O…¡BRAVO!.
Pronto llegamos al pueblo, donde nos esperaba “Raimundo” en su taller de Cerámica Abio.
Tras saludarnos, se colocó en “su torno” (que al apretar un pedal giraba rápidamente), con fuerza puso encima un gran trozo de arcilla, se mojó las manos, y de repente...¡apareció la forma de un cono!. 
 
Lo podía hacer más alto, bajo, ancho, estrecho…, y con sólo darle unos toques con sus dedos, se transformaba en algo bonito: una jarra, una tetera, un cuenco, una cesta, una divertida hucha de cerdito, ¡y también una “cucaña”!.
 
Como estamos conociendo México, hemos aprendido que allí son muy famosas, pero las llaman “piñatas”. Cuando hagamos nuestra fiesta mexicana, jugaremos con ella, intentando romperla para que nos salgan sorpresas.
  
Luego nos enseñó “el horno”, el lugar donde mete las piezas hasta dos veces. Nos impresionó las llamaradas de fuego que salían de su interior (menos mal que antes ya nos avisó de que no era peligroso).
Después subimos a ver su exposición de obras. Todo el espacio estaba ocupado: las paredes, estanterías que llegaban al techo, grandes mesas, por el suelo... 
 
Nuestros ojos no paraban de descubrir objetos curiosos, desde impresionantes jarrones que eran más grandes que nosotros, hasta diminutos botijos. Pero, ¿sabéis qué cosas nos gustaron más?: los silbatos de agua con forma de pajarito, y la colección de huchas de cerditos pequeñitos. Pero había uno, ¡que era enorme!.
Tras darle las gracias a Raimundo por su amabilidad, y felicitarle por su buen trabajo, nos fuimos a una plaza para almorzar, y en la que también estuvimos jugando. 
 
El tiempo “se nos pasó volando”, y el autobús nos esperaba para regresar a nuestro cole de Huesca.
Todos volvimos “sanos y salvos”, sin que nadie se hubiera lastimado, y además… ¡sin que nadie hubiera roto ninguna pieza de Raimundo!.
Seguro que pronto volveremos a visitarlo, para comprarle una de las mini huchas-cerditos, o uno de los silbatos-pajaritos.

1 comentario:

  1. Una experiencia preciosa para los niños. Gracias por compartir.
    Un saludo

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